Por ello, como bien dijo Solón, uno de los siete sabios de la antigua Grecia: "Envejezco sin dejar de aprender", se comprende fácilmente que no existe diferencia entre obras de jóvenes prodigios y obras de los hombres de edad.
Sirvan como pequeño ejemplo los casos de Pasteur, que a sus 73 años era un genio creador admirado y considerado como el tipo mismo del gran hombre. Dejar de trabajar un día, era para él un crimen.
Churchil, Tito, Adenauer, De Gaulle... como ejemplos conocidos, dan prueba de una longevidad y vejez muy activa. Estudiosos, trabajadores, con una trayectoria vibrante y segura. Caso digno de mención es sin duda el francés Clemenceau, que a los 80 años cambió el destino de Europa. Víctor Hugo, considerado un profeta en su vejez.
Goethe, adalid de esplendor en la madurez; así a sus 60 años escribe: "LAS AFINIDADES ELECTIVAS", a los 80: "LOS AÑOS DE VIAJE DE WILHELM MEISTER", a los 83 años lo sorprendió la muerte con la pluma en la mano escribiendo: "EL SEGUNDO FAUSTO". Antes de morir, con lúcido espíritu manifiesta: "En el fondo todos somos seres colectivos". Todos debemos recibir y aprender de los que nos han precedido tanto como de nuestros contemporáneos".
Cicerón, Homero, Hesíodo, Pitágoras, Demócrito, Zenón, Sócrates, Platón, Diógenes, Sófocles, todos ellos alcanzaron entre 80 y los 100 años.
En conclusión, un individuo que se mantiene fuertemente motivado por lo que hace, por lo que ama, se vuelve fecundo y productivo, y esto es precisamente lo que hace que dentro del arco de las personas de edad avanzada, se manifiesten muchas de sus preciosas riquezas.
"Ancianos del Mundo".